La actividad física regular aporta más de cien beneficios en salud a los ciudadanos en prevención y tratamiento de patologías cardiovasculares, de cáncer, del aparato locomotor y de la esfera emocional, tanto en niños, adultos o en población anciana.
Lamentablemente estas evidencias científicas no parecen interesar mucho a los medios de comunicación.
Como profesional de la salud, recomiendo fervorosamente la práctica de actividad física para ganar salud, no para ponerla en riesgo o perder la vida. Por tanto, siempre debemos recomendar prudencia y fomentar la prevención para minimizar riesgos.
Aunque en este artículo me centraré en la prevención de la muerte súbita en deportistas, no puedo dejar de mencionar las causas externas evitables que cada semana ocurren y copan titulares en la prensa: el atropello de ciclistas en nuestras carreteras, el fallecimiento de esquiadores que descienden fuera de pista o se deslizan por pistas de un nivel superior a sus capacidades, o de personas que practican actividades en condiciones meteorológicas adversas, sin el material o sin los conocimientos adecuados, poniendo en riesgo su vida y la de los equipos de rescate y siendo una publicidad negativa de la actividad física.

El deporte no siempre es saludable
El deporte implica competición, pero no siempre es saludable. Las cargas de entrenamiento se deben planificar y adaptar de forma individualizada, y ser evaluadas periódicamente por profesionales sanitarios y licenciados en educación física de manera conjunta, algo que desgraciadamente no ocurre en el entorno recreativo.
Aunque la leyenda identifica a Philippides como la primera víctima de la muerte súbita en un atleta, el fenómeno se ha incrementado con la profesionalización del deporte y también con la masificación de la práctica no supervisada de algunas disciplinas deportivas.
El fenómeno representa un drama social y también ha generado un gran interés mediático cuando las víctimas han sido futbolistas profesionales. Posiblemente por ello se ha dotado con facilidad a las instalaciones deportivas de desfibriladores semiautomáticos (DEA) y se ha formado en su manejo al personal que entrena o trabaja en ellas.
Necesitamos invertir en planificación y diagnóstico precoz
Paralelamente, las investigaciones científicas aportan evidencia que nos permitirá invertir en diagnóstico de patologías potencialmente “gatillo” de la dramática muerte súbita.
El riesgo de la temible arritmia denominada fibrilación auricular (que puede provocar ictus entre otras complicaciones) triplica su prevalencia entre deportistas que en población general. Suelen ser individuos, principalmente varones de talla alta, que acumulan más de dos mil horas de entrenamiento en esquí de fondo, ciclismo de carretera o carrera continua. Es un límite fácilmente alcanzable en personas que desde la juventud entrenan regularmente.
Los estudios describen un efecto protector del ejercicio vigoroso por debajo de esa cifra, dibujando una gráfica en forma de “U”. Es necesario seguir investigando cómo el entrenamiento provoca cambios fisiológicos y adaptaciones metabólicas que facilitan el desarrollo precoz de esta arritmia en personas previamente sanas para actuar en fases tempranas en su prevención.
¿A quién afecta la muerte súbita en el deporte?
En los últimos años se ha implantado en España un protocolo de estudio de la muerte súbita en deportistas que incluye el registro de datos clínicos y hallazgos en la autopsia de estos atletas.
De los 288 fallecidos entre 2010-2017 en 25 provincias españolas por esta causa, se reporta el estudio retrospectivo publicado en la Revista Española de Cardiología por Morentín y colaboradores del que destaca :
- 98,6% eran varones con una media de edad de 43,8 años, aunque entre los 35 y los 54 años se concentraron mayor número de víctimas
- 96% eran atletas recreativos que practicaban ciclismo (28%), fútbol (18%) o carrera a pie (17%).
- Un tercio de ellos eran obesos y en el 7% se localizaron tóxicos en sangre (mayoritariamente cannabis).
- El 38% de las víctimas más jóvenes presentaban patología cardiaca estructural (miocardiopatías) mientras que en los más veteranos se identificó cardiopatía isquémica (infarto) como causa de la muerte.
Nuestro reto como profesionales de la salud y la educación física debe ser el diagnóstico precoz de estas patologías de base potencialmente mortales.
Por eso, creo que son necesarias exploraciones protocolizadas que incluyan un reconocimiento físico, un electrocardiograma y, si, es preciso, ecocardiograma u otras técnicas diagnósticas. También la individualización de las cargas de entrenamiento y los objetivos razonables para velar por la salud y la seguridad de las personas deportistas.
La obligatoriedad de la licencia federativa para participar en competiciones deportivas puede ser un primer paso para que las personas que entrenan y compiten sin supervisión puedan ser exploradas y quizá ser diagnosticadas antes de que sea demasiado tarde y su nombre aparezca en un titular de prensa el próximo fin de semana.
Montserrat Romaguera es médico especialista en medicina del deporte y en medicina de familia. También es coordinadora del grupo de trabajo “Exercici i Salut” de la Camfic (Societat Catalana de Medicina Familiar i Comunitària).