En 2012, cuando no había VAR), en un partido de primera división entre el Nápoles y la Lazio, Miroslav Klose, delantero del equipo visitante, marcó un gol con la mano. El árbitro lo concedió, pero Klose reconoció su acción (“Sí, he marcado con la mano“, explicó) y le pidió que anulara un gol que hubiera supuesto el 0-1 para poder ganar el partido.
Klose antepuso la honradez al engaño, el juego limpio a la trampa, a pesar de que el “precio” a pagar pudiera ser la derrota de su equipo y una situación bastante comprometida en la clasificación. Y Klose, con su gesto, envió un mensaje a todo el mundo.
Y es que, no nos engañemos, todos queremos ganar, pero deberíamos preguntarnos qué tipo de victoria ansiamos realmente, porque hay victorias que, en realidad, son auténticas derrotas:
- Ganar un partido en el que nuestros hijos han tenido que escuchar (estando en el terreno de juego o estando en las gradas) insultos, amenazas y, en general, faltas de respeto, ya no es ganar.
- He visto a niños llorando por lo que estaban viendo y escuchando. Y no lloraban por la derrota, pues también estaban tristes y asustados los que, según el marcador, habían ganado. Pero no: en estos casos nadie gana; todos perdemos.
- Ganar un partido (o incluso un campeonato) a costa de que todos nuestros adversarios nos conozcan por nuestra violencia, por el mal ambiente que generamos dentro y fuera del terreno de juego, ya no es ganar.
- Ganar a base de faltas de deportividad, a base de engañar a los árbitros, a base de utilizar artimañas que ningún padre o madre en su sano juicio moral transmitirían a sus hijos, ya no es ganar.
- Ganar sabiendo que estamos generando a los chavales una presión desmedida, que los estamos conduciendo a una segura frustración futura (más cercana que lejana), que los estamos sometiendo a un estrés emocional que en ningún caso puede relacionarse con el deporte formativo, ya no es ganar.
La victoria no equivale a contar con una ventaja en goles o en puntos. Es mucho más:
- Ganar implica que los árbitros vean sus nombramientos y comprueben que acuden a nuestro campo a arbitrar, y se sientan felices por lo bien que van a ser acogidos y tratados.
- Ganar es que los adversarios celebren poder enfrentarse con nosotros (independientemente de que se vean con más o menos opciones de superarnos en el marcador) porque saben que el encuentro va a ser una fiesta, que va a ser eso: un encuentro; un encuentro de seres humanos que se acercan y que comparten una pasión desde el respeto mutuo, desde el reconocimiento de la dignidad propia y ajena.
- Ganar es saber que van a existir un ambiente que posibilite la diversión, teniendo en cuenta que esta es imposible si no hay respeto; porque, si creemos que nos estamos divirtiendo mientras una o más personas son humilladas, entonces es que estamos enfermos y necesitamos un tratamiento educativo.
- Ganar o perder va mucho más allá del resultado final. Se puede ganar y alcanzar el infinito, el absoluto, habiendo perdido un partido o un torneo; y se puede perder lo más grande que tenemos (el honor, la autoestima, el respeto que nos tenemos y que nos tienen) aun habiendo conquistado el más preciado de los trofeos materiales.
- La felicidad de los niños; acompañarlos en su proceso formativo; aprovechar el deporte para que mejore su salud física y mental, y también para que crezcan en valores y se relacionen sanamente con otros niños; todo esto es ganar.
No nos desviemos del camino; que la tentación del dinero, de la fama, de la gloria perseguida a costa de perder la vida no nos haga hundirnos en la derrota más perversa.
Queremos ganar. Y, si no nos olvidamos de lo verdaderamente importante, ganaremos. Y, de paso, tendremos también más opciones de ganar en el otro sentido, que no es tan importante pero que también gusta. Y, cuando se consigue como es debido, sabe muy bien también. Para qué vamos a negarlo.
Aquel lejano Napoles-Lazio finalizó con un 3-0, pero Klose, jugador de la Lazio, ya se había elevado hacia la mayor de las victorias. Pasarán los años y el marcador de aquel partido quedará en anécdota, pero la acción y la honradez del delantero alemán se recordará para siempre.
Ángel Andrés Jiménez Bonillo
Árbitro de fútbol base conocido como “Árbitro de la Paz“
Profesor del Colegio Maravillas (Benalmádena, Málaga)
Embajador de la Plataforma 090.