Cómo profesional del ejercicio y educador físico-deportivo, en numerosas ocasiones recibo la misma pregunta de gente conocida, ¿cuál es el mejor deporte para mi hijo/a? Y debo decir que en general la gente se suele sorprender de mi respuesta: “ninguno”. Supongo que estas alturas de mi trayectoria deportiva no soy sospechoso de no defender a ultranza los beneficios de la práctica deportiva como una de las mejores formas de promover la salud física, mental y emocional. ¿Qué motiva entonces mi respuesta? Vayamos por partes.
Niños, ejercicio y actividad deportiva
La organización mundial de la salud (OMS) recomienda que los niños y adolescentes de entre 5 y 17 años hagan al menos 60 minutos al día de actividad física de intensidad moderada a vigorosa, principalmente de naturaleza aeróbica (de carácter continuo). La OMS también recomienda que hagan actividades que fortalezcan los músculos y los huesos al menos 3 días a la semana. Recogiendo esta idea, y esta es la primera clave de la respuesta a mis amigos y familiares, prácticamente todas las actividades deportivas van a cumplir con estos requerimientos si se practican con suficiente asiduidad, pero con matices muy diferentes. La natación tendrá un componente de resistencia aeróbica mayor que el judo, que comportará un trabajo de fuerza más acusado al ser un deporte de lucha, y el baloncesto o el voleibol (poniendo ejemplos de deportes de equipo) pondrán más énfasis en el desarrollo de la fuerza-rápida o la coordinación óculo-manual al tener un balón que controlar, recibir y lanzar. ¿Entonces mi respuesta no debería ser que cualquier deporte es bueno para los jóvenes y que todos ellos comportan beneficios?
Especialización deportiva temprana
En realidad, sí, pero es que esta última idea tiene un “pero” muy importante. Todos los deportes provocan mejoras en nuestra condición física y bienestar, pero al ser estos beneficios muy distintos, si trabajamos desde una óptica de especialización deportiva temprana corremos algunos riesgos importantes. Los expertos definen la especialización deportiva como la práctica una única modalidad deportiva más horas a la semana que la edad del deportista (un niño de 8 años que entrene y juegue a fútbol 9 horas a la semana de promedio, para ilustrar la idea), o más de 16 horas a la semana a cualquier edad (muy frecuente en deportes como la natación, la gimnasia rítmica, la gimnasia artística, o el tenis, por poner ejemplos). Este modelo deportivo de hiperespecialización es muy habitual en nuestro país con nuestros hijos/as practicando una única disciplina deportiva a veces desde edades tan tempranas como los 6 años.

¿Y por qué tenemos un modelo deportivo de alta especialización en nuestro país?
Los argumentos para favorecer este modelo en nuestro sistema deportivo son diversos: un teórico mayor nivel de aprendizaje si el niño/a empieza a practicar deporte antes (el clásico ejemplo de Mozart o la “famosa” regla de las 10.000 horas necesarias para dominar un instrumento en músicos que tanto daño ha hecho al deporte), el mercantilismo de las entidades deportivas que ven en los/las deportistas un “cliente/cuota” que captar y fidelizar lo antes posible, la baja percepción de calidad de las actividades multideportivas que algunos clubes y entidades impulsan cuando se comparan con el deporte de competición más reglado/estructurado, o la difícil conciliación de horarios con la práctica de más de un deporte a la vez durante la semana escolar.
Los beneficios de la práctica multideportiva
A pesar de que el modelo de actividad deportiva única está muy arraigado en nuestra sociedad, debemos intentar contrarrestarlo por muchos motivos. En primer lugar, no está demostrado que empezar a practicar un deporte antes asegure el éxito deportivo. De hecho, cualquier medalla conseguida antes de los 12 años tiene muy poca correlación con el desempeño deportivo futuro sea en el deporte que sea. Además, la práctica multideportiva en edad infantil y juvenil asegura carreras deportivas más largas, menos lesiones deportivas de gravedad y menos abandono de la práctica deportiva por agotamiento (el famoso “burn-out”). Diversos países del mundo como Canadá, Estados Unidos o Noruega han apostado o apuestan por este tipo de modelos, con mucho éxito en el deporte de alta competición, pero también gran adhesión a la práctica de ejercicio en edad adulta como modo de vida y forma de prolongar la salud.
¿Y se puede contrarrestar la práctica deportiva especializada?
Evidentemente la respuesta es que sí, y lo podemos hacer de muchas formas. La más obvia seria favoreciendo que los niños puedan practicar más de una modalidad deportiva a la vez, sin encorsetarlos en rígidos planteamientos de calendarios y obligaciones basadas en la costumbre. También, dejando que jueguen de forma libre en los parques y espacios verdes de nuestras ciudades para expresar su motricidad con amplitud. Sabemos que el movimiento espontáneo dentro del juego libre comporta muchos beneficios. También podemos y debemos racionalizar los volúmenes de entrenamiento e implementar programas de prevención de lesiones deportivas basados en educación física de base y la mejora de la condición física en entornos deportivos más especializados. Este último planteamiento reduce el nivel de lesiones de gravedad, como la rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla, que se ha multiplicado en nuestros/as jóvenes deportistas los últimos diez años.
En la diversidad está la riqueza
Un estudio realizado por el Comité Olímpico Estadounidense sobre el bagaje deportivo de los/las deportistas de la delegación americana que habían competido en los Juegos Olímpicos entre los años 2000 y 2012, determinaba que un 71% de ellos se consideraban deportistas multimodalidad. Estados Unidos no es precisamente un país con un éxito deportivo reducido en la élite. En el deporte, como en tantas otras actividades humanas, en la diversidad está la riqueza. La respuesta del porqué no existe un mejor deporte para que los niños lo practiquen se basa en que para un niño o niña la mejor actitud ante la actividad deportiva es la de que cuanto más favorezcamos la práctica de cuantos más deportes y más diferentes entre ellos mejor. Con calidad, y de forma racional, evitando presiones y modelos que se centran en el deporte de élite (que es un porcentaje de la población general ínfimo) y favoreciendo la diversión y educando las cualidades y habilidades personales y los valores por encima de todo.
Javier Peña es el director del Centro de Estudios en Deporte y Actividad Física de la UVic-UCC (CEEAF) de la Universitat de Vic-Universitat Central de Catalunya y ha realizado numerosas investigaciones, publicaciones científicas, revisiones editoriales y comunicaciones sobre entrenamiento en los deportes de equipo, salud del deportista y análisis del deporte.
Javier lidera en la actualidad diversos proyectos de investigación y convenios de transferencia del conocimiento y también tiene una amplia trayectoria como entrenador, asistente, preparador físico y consultor en materia de entrenamiento de diversos equipos y deportistas desde 1995.