La comunicación no solamente favorece el trabajo en equipo, también fomenta la motivación, la confianza, baja el nivel de ansiedad, etc. En definitiva, es una herramienta fundamental para mejorar el rendimiento de un jugador y de un equipo.
Si bien en el mundo del deporte parece clara su importancia, no está tan claro que se use de forma adecuada, ya que en muchas ocasiones, se habla con los jugadores, con el equipo técnico… cuando las cosas van mal. Pero, ¿por qué esperar a que las cosas no funcionen para que haya comunicación? Y más importante aún, ¿qué entendemos entonces por comunicación?
La comunicación es un proceso de intercambio de información (ideas, sentimientos, conceptos…) entre dos o más personas utilizando un sistema común que permita compartir un mismo significado.
En este proceso, se combinan varios elementos que hay que tener en cuenta:
- Las características del emisor y del receptor, es decir, percepciones, sentimientos, expectativas, actitudes… que influyen (de manera positiva o negativa) en el proceso comunicativo.
- El tipo de mensaje que se da, tanto verbal como no verbal. Y es que, en muchas ocasiones, decimos más con la mirada o gestos que con la palabra.
- El contexto donde se produce la comunicación (en el vestuario, durante el partido…)
Con respecto al primer punto, se ha hecho mucho hincapié en conocer las características del receptor para que la comunicación sea eficaz. Y, en base a ello, se han adoptado las siguientes medidas:
- Adaptar el lenguaje en función del receptor. De hecho, es bastante común ver cómo, por ejemplo, en los tiempos muertos del baloncesto, los entrenadores dan las indicaciones en inglés o en castellano según el jugador al que estén dirigiéndose; o cómo un entrenador habla de una forma con su jugador benjamín y de otra con su ayudante.
- Emitir mensajes cortos y directos para que sean entendidos de forma rápida y eficaz. Esto, sobre todo, es importante durante el partido. Así, un entrenador de fútbol tiene que decir en pocas palabras qué quiere que haga un determinado jugador, ya que se lo tiene que decir a gritos desde la banda, pues no tiene tiempo para explayarse.
- Fijarse en cómo son sus jugadores, en qué personalidad tienen ya que, en función de ello, reaccionan de forma diferente ante los comentarios. Por ejemplo, hay jugadores que ante un grito del entrenador, se ponen las pilas y, en cambio, otros se hunden.
- Tener en cuenta el estado anímico del jugador, cómo se encuentra y cómo puede influir esto en la interpretación que haga del mensaje. Por ejemplo, cuando un jugador está enfadado, porque ha cometido algún error, es conveniente dejarle que se calme para luego, en frío, comentar los aspectos que se consideren oportunos. Si no es así, el comentario realizado puede ser interpretado como una ofensa y generar un problema de forma gratuita.
Actualmente, es frecuente ver cómo los entrenadores, en mayor o menor medida, tienen en cuenta todos estos aspectos. Para ello, en la formación recibida se les ha instado a observar a sus jugadores en diferentes situaciones, que analicen cómo se comportan en función de las circunstancias, etc.
Sin embargo, se ha dejado de lado la observación de sus propias características, cómo afectan sus pensamientos o expectativas en su manera de comunicarse con los jugadores. Es decir, qué aspectos del emisor influyen en la comunicación.
Los entrenadores, al igual que los jugadores, son personas y, por tanto, también sienten emociones: enfados, alegrías, frustraciones, etc. Pero, ¿existe alguna formación en la que se les enseñe a gestionar sus emociones?
Igualmente las expectativas sobre cada jugador también afectan en la forma de interactuar con ellos. De hecho, todos conocemos algún caso de cómo un entrenador ha mantenido a un determinado jugador, haciéndolo mal, porque cree que puede cambiar esa situación.
En este caso, la situación es positiva, el entrenador tiene expectativas positivas sobre el jugador, confía en él, por lo que el jugador tiene un plus de confianza. Aunque falle, sabe que puede seguir intentándolo. Pero ¿qué ocurre en la situación contraria?
Cuando un entrenador tiene expectativas negativas sobre un jugador, ante el más mínimo error, lo cambia y esto hace que no coja ritmo y aumente su presión. Esta situación mina la confianza del jugador, disminuyendo su rendimiento.
Otro ejemplo similar se da cuando un entrenador considera que un jugador tiene que hacer un determinado rol (jugar en una posición, realizar una tarea determinada…) porque considera que eso es lo mejor que sabe hacer. Si al final solo deja que haga esa tarea o jugar en esa posición, seguramente el jugador se especialice en ello y, por tanto, se cumpla lo predicho por el entrenador.
En definitiva, en función de lo que piense un entrenador de un jugador actuará de forma diferente con él, automática y no intencionalmente, pero favorecerá que se cumpla su expectativa. A este fenómeno se le denomina profecía cumplida y es muy importante tenerlo en cuenta para que no afecte de manera negativa a los jugadores.
Este aspecto debe controlare especialmente en el deporte base, donde lo más importante es la formación del deportista. Hay que tener un cuidad minucioso porque, por ejemplo, si consideramos que un niño no debe sacar el balón porque es muy malo pasando, al final haremos que sea malo en ello porque no damos opción a que lo entrene.
Otra característica del emisor que está ligada con el segundo componente de la comunicación (el mensaje) es el desconocimiento de nuestro comportamiento no verbal. En muchas ocasiones podemos ver a los entrenadores poniendo caras ante los errores de sus jugadores y luego decirles que no pasa nada. ¿A qué hará caso el jugador? ¿A lo dicho por su entrenador o al gesto que le ha visto hacer? Seguramente al gesto.
Y es que muchas veces, nos delatan nuestras miradas, las cuales transmiten un mensaje diferente al que hemos dado a través de la palabra. Esto produce ambigüedad en el jugador: “Me ha dicho que entráramos a canasta pero he tirado el triple y lo ha celebrado. ¿Qué hago la próxima vez?”
Con respecto al mensaje también es importante tener en cuenta la información que se proporciona. En muchas ocasiones, vemos lamentarse a un jugador por un error cometido, el entrenador le llama y le vuelve a recordar el error. Salvo los jugadores de las primeras etapas de formación, el resto ya es consciente de lo que hace bien o mal, por lo que sería conveniente no insistir mucho en el hecho.
En este sentido, cuando queramos corregir a un jugador es positivo utilizar la técnica del sándwich, que consiste en decir una cosa buena que haya realizado el jugador, después el error y su corrección y, por último, otra cosa buena. De esta forma, se corrige al jugador sin dañar su confianza.
Por último, es importante el contexto. Así, si queremos corregir a un jugador y que él lo entienda como tal, no podemos decírselo delante de todo el mundo. Tendremos que cogerlo por separado y decírselo, teniendo en cuenta, como hemos dicho anteriormente, la mejor disposición del jugador para atender.
EAR psicólogos