Desde que el seleccionador español hizo pública la lista de jugadores convocados para disputar la Eurocopa, la polémica en los medios de comunicación y en las redes comenzó con una fuerza inusitada.
Dejando de lado los aspectos más superficiales, lo cierto es que han sucedido muchas cosas desde entonces. Tal ves conviene constatar algunos hechos que dan que pensar.
La campaña contra un jugador, señalado por muchos, ha sido probablemente lo más llamativo y deplorable. Que Álvaro Morata haya tenido que cargar sobre sus espaldas con un peso que no le corresponde y que excede todos los límites de la crítica razonable a un profesional del fútbol –la que juzga aciertos o errores– no va en el sueldo, por abultado que sea.
“Recibí amenazas, insultos… estuve nueve horas sin dormir tras el España-Polonia“, declaraba el jugador hace unos días. Hoy muchos medios publican además que su esposa, italiana, también recibió los suyo de sus compatriotas tras el gol de su marido.
Incluso en alguna retransmisión se escapó alguna expresión de menosprecio hacia el delantero, que empató el partido pero erró el penalti que precipitó la eliminación de España.
Llegan días en los que habrá reflexiones de todo tipo sobre la actuación de España en la Eurocopa. De momento, alabanzas al equipo. Pero sería conveniente reflexionar sobre situaciones como estas. Los propios medios y periodistas en primer lugar.