En un extenso artículo publicado en The New York Times, Joe Drape narra cómo con la llegada de la COVID la familia Grimes se adentraron en el mundo de los e-sports.
La prohibición de actividades deportivas llevó a David, de 13 años, y Matthew, de 11, a interesarse por las consolas y ha descubrir el mundo del juego online.
El caso de los Grimes es uno entre millones y ayuda a comprender los hábitos de los adolescentes de esta generación, muy diferentes a los de generaciones anteriores.
El crecimiento de los e-sports y el volumen de negocio que generan en todo el mundo provoca que cada vez más actores económicos se interesen por ellos y la oferta sea más atractiva para los jóvenes.
En este sentido, el autor reconoce que esta tendencia afecta de modo directo a la práctica deportiva, hasta el punto de que algunas familias consideran que es más cómodo que sus hijos jueguen online que en unas pistas a las que hay que trasladarse físicamente.
Una tendencia preocupante
Sin embargo, la pandemia no ha hecho más que acelerar este proceso. Según la Sports & Fitness Industry Association, en 2018 solo el 38% de los niños de entre 6 y 12 años practicaban deportes de equipo de manera regular. Un dato preocupante si lo comparamos con el 45% de 2008.
Sin caer en el pesimismo, Joe Drape concluye que deporte y videojuegos pueden convivir y que muchos adolescentes disfrutan practicando ambas actividades. La gran cuestión es si este equilibrio se puede mantener en el tiempo.